La creación de la oportunidad o la paradoja de trabajar para trabajar
Hacía muy poco desde que sin un duro en el bolsillo habíamos decidido comenzar la andadura de montar Informática 64. Habíamos recogido unos muebles tirados por la calle, habíamos pintado de los colores que teníamos el piso alquilado en la Calle Burgos de Móstoles - porque cualquier sitio es bueno si tienes Internet y ganas de transformar tu realidad - y habíamos empezado a trabajar. El sistema de gestión de la empresa eran unos ficheros en formato TXT que yo guardaba en un equipo con microprocesador 286 y monitor en blanco y negro.
La contabilidad era una hoja de cálculo que llevaba Gema a la gestoría y Rodol ayudaba a seis manos en lo que podía con todos los problemas que nos iban surgiendo mientras Fan, Rubén e Igor se organizaban el trabajo. No teníamos Business Plan, ni inversores, ni funnel, ni dinero para marketing, ni equipos de UX, ni ambición más allá que trabajar todo lo que fuera posible. Habíamos conseguido nuestros primeros clientes por interacciones previas en nuestros trabajos y ahora teníamos que conseguir el flujo constante de dinero para lograr pagar todos los gastos que tiene montar una compañía.
Yo tenía 24 años y mucho que aprender por delante. No tenía contactos en ninguna gran empresa, ni relaciones familiares o personales que me abrieran puertas en el mundo de los negocios. Mi madre era ama de casa y mi padre pintor y barnizador, con los que había auto-aprendido unos límites para mi realidad que estaba dejando de lado o atrás a cada día.
No teníamos nada más que necesidad y ganas de trabajar, así que nos pusimos a utilizar nuestro ingenio para ver cómo conseguíamos que la empresa consiguiera generar dinero suficiente como para subsistir al mismo tiempo que disfrutábamos con lo que nos gustaba: La tecnología. Y así comenzamos. Todo estaba en contra, pero la alternativa era peor, así que había que tirar para adelante.
Comenzamos a trabajar, y trabajamos. Nos buscamos las mañas de mil y una forma para conseguir nuevos clientes, nuevos trabajos y nuevos empleados. Teníamos un sueño, pero soñábamos con los ojos abiertos. Alguna de ella funcionó muy bien y nos fue abriendo alguna puerta, como la de la venta fía telefónica, de donde sacamos algunos buenos contactos que nos abrieron otras puertas.
Lo que hacíamos Igor – mi compañero en el área de gestión y desarrollo de negocio – y yo era conseguir teléfonos de empresas de Informática mirando los anuncios en los periódicos, buscando referencias en Internet y de empresas que veíamos según nos movíamos por la ciudad. Después, los viernes por la tarde hacíamos una sentada de 2 o 3 horas y llamábamos a todos los números para ofrecer nuestros servicios y buscar una reunión.
Utilizábamos un teléfono inalámbrico que nos íbamos pasando para ver quién conseguía más reuniones o levantaba más oportunidades. Y a veces llamábamos a la misma empresa cambiados cuando habíamos conseguido algo de información para saber quién era la persona adecuada. Lo que fuera para conseguir una nueva oportunidad.
A veces los resultados eran malos y conseguíamos muy poco, pero lo cierto es que siempre avanzábamos un poco más. Buscábamos una oportunidad nueva para trabajar, y no nos importaba hacer este trabajo. Era satisfactorio ver cómo, poco a poco, íbamos consiguiendo nuestros primeros clientes trabajados desde la venta fría telefónica.
Por supuesto, cuando estás buscando estas oportunidades no tienes tiempo infinito para conseguir un cliente, pues la necesidad apremia, así que teníamos algunas reglas que seguíamos. Buscábamos trabajos que pudiéramos hacer sí o sí, que no tuvieran un tiempo de cobro largo – no podíamos financiar los proyectos de nuestros clientes – y lo más importante: Nunca comprábamos humo.
Si alguien nos proponía hacer algo ahora a unas condiciones que no nos convencían, porque “después” podrían venir más proyectos. Nosotros generalmente declinábamos el ofrecimiento. Tal vez echamos a perder oportunidades, pero lo cierto era que no podríamos andar con muchas “inversiones” para hacer factibles proyectos de empresas mayores que la nuestra.
Aceptamos trabajos difíciles. Muchos de ellos que nadie más quería hacer o sabía hacer en aquel entonces. Nos metimos a hacer tunning de servidores en entornos complejos, troubleshooting de incidencias con sistemas integrados que otros no habían sido capaces de tocar, formación de nuevas tecnologías que teníamos que aprender desde cero porque los productos estaban en beta o no había documentación suficiente. Pero…. ¿Qué podía ir mal?
Cometimos muchos errores, tuvimos muchos fracasos, y muchos éxitos. Y al final, de aquella venta fría inicial por teléfono fuimos haciendo clientes y consiguiendo sobrevivir. Nos hicimos conocidos en algunos ambientes y crecimos hasta ser más de 40 trabajadores en la empresa.
Me equivoqué muchas veces, acerté otras tantas. Tuvimos que poner dinero de nuestro bolsillo en los baches y nos fue bien en las épocas de bonanza. Seguimos estudiando, yo volví a la universidad a seguir formándome. Y cambiamos el tercio tantas veces como consideramos oportuno. Dimos formación, hicimos programas, arreglamos servidores, hicimos papers, retos hacking, auditorías de seguridad, escribimos libros y manuales, montamos redes, servidores y dimos asistencia a domicilio de puestos de trabajo. Hicimos giras, configuramos sistemas de todo tipo y siempre buscamos la forma de seguir hacia delante. Errando o acertando, que a toro pasado todo es más fácil, pero cuando el toro viene de frente elegir izquierda o derecha siempre es un reto.
De todo lo que hicimos, de todos los errores y todos los aciertos que tuvimos, de todas las cosas que salieron bien y que salieron mal, de absolutamente todo, hay muchas lecciones que aprendí. Muchas que me han venido genial para mi vida posterior. Y aunque de vez en cuando las comparto por aquí, hoy os quiero recalcar una que especialmente tengo claro: Yo siempre apuesto por mí.
Cuando en la charla de Hack Your Future hablo de la actitud “Makinavaja” me refiero exactamente a esto. No me importaba que cuando comencé con la empresa no tuviera clientes y no me importaba no saber cosas que a día de hoy sé sobre las empresas. No me iba a quejar. No iba a esperar que viniera alguien a “darme una oportunidad”. Yo iba a crearme mis oportunidades. Tenía claro que iba a luchar por ello.
Soy trabajador y constante, y no me vengo abajo por los problemas o el miedo. ¿Quién dijo miedo? No tenía clientes, así que iba a buscarlos con las herramientas que tenía, que en aquel entonces eran el teléfono e Internet. No fueron días, no fueron semanas, ni meses. Fueron años trabajando de forma constante para llevar aquella idea de 1999 a lo que fue después.
Figura 3: Charla de Hack Your Future
Esa actitud la llevo siempre conmigo, y la espero de la gente que está conmigo. Cuando abrí El lado del mal, no era nada. Solo un blog más con unas calaveras en el contador. Pero yo siempre apuesto por mí. Apuesto por las ganas que le pongo a mi trabajo, por tener constancia y perseverar en el esfuerzo. Por las ganas de mejorar día a día que aún sigo teniendo dentro. Esa actitud la llevo en todo lo que hago porque si no, prefiero no hacerlo.
La puse y la pongo en ElevenPaths, en 0xWord o en la nueva LUCA-D3. Siempre apuesto por el trabajo, por luchar por abrir nuevas oportunidades, por no quejarme y esperar a que lleguen. Hay que generar las oportunidades e intentar aprovecharlas cuando llegan. No tienes que esperar a que te las regalen, gánatelas. Y si no las tienes, entonces es que hay que seguir aprendiendo y cambiando la estrategia.
Si estás en un momento en el que crees que no te llegan las oportunidades, entonces debes pensar cómo conseguir generarlas, y no te pares a lamentarte. No sirve de mucho eso. Quejarse por Twitter de lo malo que es el mundo no va a hacer que vengan nuevas oportunidades. Conseguir que tu trabajo sea mejor sí. Conseguir que tu trabajo guste a más gente sí. Conseguir que tú seas mejor sí. Crea tus oportunidades, porque nadie te las va a regalar. Trabajar para conseguir trabajar.
Saludos Malignos!
![]() |
Figura 1: La creación de la oportunidad o la paradoja de trabajar para trabajar |
La contabilidad era una hoja de cálculo que llevaba Gema a la gestoría y Rodol ayudaba a seis manos en lo que podía con todos los problemas que nos iban surgiendo mientras Fan, Rubén e Igor se organizaban el trabajo. No teníamos Business Plan, ni inversores, ni funnel, ni dinero para marketing, ni equipos de UX, ni ambición más allá que trabajar todo lo que fuera posible. Habíamos conseguido nuestros primeros clientes por interacciones previas en nuestros trabajos y ahora teníamos que conseguir el flujo constante de dinero para lograr pagar todos los gastos que tiene montar una compañía.
Yo tenía 24 años y mucho que aprender por delante. No tenía contactos en ninguna gran empresa, ni relaciones familiares o personales que me abrieran puertas en el mundo de los negocios. Mi madre era ama de casa y mi padre pintor y barnizador, con los que había auto-aprendido unos límites para mi realidad que estaba dejando de lado o atrás a cada día.
No teníamos nada más que necesidad y ganas de trabajar, así que nos pusimos a utilizar nuestro ingenio para ver cómo conseguíamos que la empresa consiguiera generar dinero suficiente como para subsistir al mismo tiempo que disfrutábamos con lo que nos gustaba: La tecnología. Y así comenzamos. Todo estaba en contra, pero la alternativa era peor, así que había que tirar para adelante.
Comenzamos a trabajar, y trabajamos. Nos buscamos las mañas de mil y una forma para conseguir nuevos clientes, nuevos trabajos y nuevos empleados. Teníamos un sueño, pero soñábamos con los ojos abiertos. Alguna de ella funcionó muy bien y nos fue abriendo alguna puerta, como la de la venta fía telefónica, de donde sacamos algunos buenos contactos que nos abrieron otras puertas.
Lo que hacíamos Igor – mi compañero en el área de gestión y desarrollo de negocio – y yo era conseguir teléfonos de empresas de Informática mirando los anuncios en los periódicos, buscando referencias en Internet y de empresas que veíamos según nos movíamos por la ciudad. Después, los viernes por la tarde hacíamos una sentada de 2 o 3 horas y llamábamos a todos los números para ofrecer nuestros servicios y buscar una reunión.
Utilizábamos un teléfono inalámbrico que nos íbamos pasando para ver quién conseguía más reuniones o levantaba más oportunidades. Y a veces llamábamos a la misma empresa cambiados cuando habíamos conseguido algo de información para saber quién era la persona adecuada. Lo que fuera para conseguir una nueva oportunidad.
A veces los resultados eran malos y conseguíamos muy poco, pero lo cierto es que siempre avanzábamos un poco más. Buscábamos una oportunidad nueva para trabajar, y no nos importaba hacer este trabajo. Era satisfactorio ver cómo, poco a poco, íbamos consiguiendo nuestros primeros clientes trabajados desde la venta fría telefónica.
Por supuesto, cuando estás buscando estas oportunidades no tienes tiempo infinito para conseguir un cliente, pues la necesidad apremia, así que teníamos algunas reglas que seguíamos. Buscábamos trabajos que pudiéramos hacer sí o sí, que no tuvieran un tiempo de cobro largo – no podíamos financiar los proyectos de nuestros clientes – y lo más importante: Nunca comprábamos humo.
Si alguien nos proponía hacer algo ahora a unas condiciones que no nos convencían, porque “después” podrían venir más proyectos. Nosotros generalmente declinábamos el ofrecimiento. Tal vez echamos a perder oportunidades, pero lo cierto era que no podríamos andar con muchas “inversiones” para hacer factibles proyectos de empresas mayores que la nuestra.
Aceptamos trabajos difíciles. Muchos de ellos que nadie más quería hacer o sabía hacer en aquel entonces. Nos metimos a hacer tunning de servidores en entornos complejos, troubleshooting de incidencias con sistemas integrados que otros no habían sido capaces de tocar, formación de nuevas tecnologías que teníamos que aprender desde cero porque los productos estaban en beta o no había documentación suficiente. Pero…. ¿Qué podía ir mal?
Cometimos muchos errores, tuvimos muchos fracasos, y muchos éxitos. Y al final, de aquella venta fría inicial por teléfono fuimos haciendo clientes y consiguiendo sobrevivir. Nos hicimos conocidos en algunos ambientes y crecimos hasta ser más de 40 trabajadores en la empresa.
![]() |
Figura 2: Antes de 0xWord, hacíamos manuales técnicos en Informática64. |
Me equivoqué muchas veces, acerté otras tantas. Tuvimos que poner dinero de nuestro bolsillo en los baches y nos fue bien en las épocas de bonanza. Seguimos estudiando, yo volví a la universidad a seguir formándome. Y cambiamos el tercio tantas veces como consideramos oportuno. Dimos formación, hicimos programas, arreglamos servidores, hicimos papers, retos hacking, auditorías de seguridad, escribimos libros y manuales, montamos redes, servidores y dimos asistencia a domicilio de puestos de trabajo. Hicimos giras, configuramos sistemas de todo tipo y siempre buscamos la forma de seguir hacia delante. Errando o acertando, que a toro pasado todo es más fácil, pero cuando el toro viene de frente elegir izquierda o derecha siempre es un reto.
De todo lo que hicimos, de todos los errores y todos los aciertos que tuvimos, de todas las cosas que salieron bien y que salieron mal, de absolutamente todo, hay muchas lecciones que aprendí. Muchas que me han venido genial para mi vida posterior. Y aunque de vez en cuando las comparto por aquí, hoy os quiero recalcar una que especialmente tengo claro: Yo siempre apuesto por mí.
Cuando en la charla de Hack Your Future hablo de la actitud “Makinavaja” me refiero exactamente a esto. No me importaba que cuando comencé con la empresa no tuviera clientes y no me importaba no saber cosas que a día de hoy sé sobre las empresas. No me iba a quejar. No iba a esperar que viniera alguien a “darme una oportunidad”. Yo iba a crearme mis oportunidades. Tenía claro que iba a luchar por ello.
Soy trabajador y constante, y no me vengo abajo por los problemas o el miedo. ¿Quién dijo miedo? No tenía clientes, así que iba a buscarlos con las herramientas que tenía, que en aquel entonces eran el teléfono e Internet. No fueron días, no fueron semanas, ni meses. Fueron años trabajando de forma constante para llevar aquella idea de 1999 a lo que fue después.
Figura 3: Charla de Hack Your Future
Esa actitud la llevo siempre conmigo, y la espero de la gente que está conmigo. Cuando abrí El lado del mal, no era nada. Solo un blog más con unas calaveras en el contador. Pero yo siempre apuesto por mí. Apuesto por las ganas que le pongo a mi trabajo, por tener constancia y perseverar en el esfuerzo. Por las ganas de mejorar día a día que aún sigo teniendo dentro. Esa actitud la llevo en todo lo que hago porque si no, prefiero no hacerlo.
La puse y la pongo en ElevenPaths, en 0xWord o en la nueva LUCA-D3. Siempre apuesto por el trabajo, por luchar por abrir nuevas oportunidades, por no quejarme y esperar a que lleguen. Hay que generar las oportunidades e intentar aprovecharlas cuando llegan. No tienes que esperar a que te las regalen, gánatelas. Y si no las tienes, entonces es que hay que seguir aprendiendo y cambiando la estrategia.
Si estás en un momento en el que crees que no te llegan las oportunidades, entonces debes pensar cómo conseguir generarlas, y no te pares a lamentarte. No sirve de mucho eso. Quejarse por Twitter de lo malo que es el mundo no va a hacer que vengan nuevas oportunidades. Conseguir que tu trabajo sea mejor sí. Conseguir que tu trabajo guste a más gente sí. Conseguir que tú seas mejor sí. Crea tus oportunidades, porque nadie te las va a regalar. Trabajar para conseguir trabajar.
Saludos Malignos!
Via: www.elladodelmal.com
La creación de la oportunidad o la paradoja de trabajar para trabajar
Reviewed by Zion3R
on
8:50
Rating:
