De Cómo Mi Mamá Pasó El Coronavirus Y Lo Que Aprendí Yo

Los que estáis más cerca de mí sabéis que, durante tres semanas, mi madre ha pasado, a lo largo del mes de septiembre, la enfermedad del Coronavirus. Y no ha sido nada bonito ni sencillo para ella ni para su familia. Hoy os quiero contar algo de todo este proceso por si a alguien le sirve alguna de las experiencias que hemos vivido alrededor de todo esto. y alguna conclusión personal.

Figura 1: De cómo mi mamá pasó el Coronavirus y lo que aprendí yo

Lo primero de todo, por supuesto, es dar gracias infinitas al equipo médico y los trabajadores del Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles que cuidó a mi madre. Al equipo de doctores, al equipo de enfermería, al personal de cocina, al grupo de celadores, a todos. Vestidos con los EPIS no han dejado ni un solo día de animar y cuidar a mi madre, como al resto de los enfermos de la planta COVID para que su estancia se hiciera más llevadera, y su ánimo remara a favor de la recuperación.


Mi madre, que nació en 1951, ha tenido desde el comienzo del confinamiento todos los cuidados que se recomiendan para evitar el contagio. Pero está claro que en algún momento no lo debió tener, o se confió. Durante la primera ola de confinamiento que comenzó a mediados del mes de marzo de este año, no la dejé salir de casa ni un solo minuto. La enviaba las provisiones, y la llevábamos lo que necesitara. Nos dábamos besos desde la distancia, y manteníamos el contacto diario con los sistemas de vídeo conferencia como os he contado muchas veces.

Yo estoy muy unido emocionalmente a mi mamá, que luchó como nadie en esta vida tan injusta para ella, así que procuro cuidarla todo lo que me deja. Este verano, con la llegada del desconfinamiento pude disfrutar de estar con ella en la playa, se hizo el test de COVID a la vuelta de las vacaciones, y a finales de agosto la llevé a que pasará una semana a la sierra de Madrid, con otra amiga que también estaba sin COVID. Una semana en el pueblo de las Navas del Marqués para que paseara por la montaña, y estuviera lejos de un Madrid que comenzaba a mirar hacia el repunte de casos del COVID.

Pero a la vuelta, se contagió. Un día se sintió muy mal. Al siguiente se hizo la prueba y dio positivo. Cinco días en casa con antibiótico monitorizada por el centro médico, y al Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles tras ver que empeoraba. Así de rápido y veloz fue todo. Un día mi mamá estaba disfrutando en la sierra de Madrid entre árboles, y tres días después con COVID para acabar a la semana justa de volver del pueblo en el hospital.

Allí el proceso fue rápido en días - solo un par de semanas - aunque a mí se me hizo eterno. Y la cabeza me dio mil y una vueltas. Todos los días hablaba con el equipo médico de mi madre al medio día y por la noche. Todos los días tenía vídeo conferencia con mi madre por la mañana, al medio día y por la noche. Y todos los días informaba a las personas que me estaban ayudando, a la familia completa, y a mis amigos de los 50 Chuletones de Grey que dejaron todos los temas políticos y se hicieron hijos adoptivos de mi mamá durante ese periodo. 

Figura 4: El parte diario en mi grupo de los 50 Chuletones de Grey.
Sus mensajes de apoyo me acompañaron en todo el proceso. Happy++

La intensidad de este periodo fue muy dura, y me hice un experto en entender la analítica de sangre y su evolución con el índice de saturación de oxígeno en la sangre, en medir la evolución de la temperatura décima a décima, en saber qué hacía y qué no hacía el medicamento que le estaban dando, en interpretar los datos que me daban del índice de hinchazón pulmonar, ya que mi mamá sufrió la tristemente famosa neumonía bilateral en sus pulmones - ya de por si débiles por su asma -,  en saber cómo una infección bacteriana puede complicar la recuperación, y el efecto de los corticoides, o en medir el número de calorías que estaba comiendo cada día para saber si tenía bastante o no.

Muchas cosas que aprendí que eran importantes para la salud de mi mamá, pero sobre todo en hablar con ella, en animarla, en explicarle que médicamente había mejorado, en insuflarle que quedaba menos. Que ya estábamos avanzando por la senda de recuperación, y que la iba a tener en la Unidad de Mimos Intensivos cuando saliera.

Al final todo acabó bien, y yo tengo a mi mamá, feliz y contenta, leyéndose los libros de Arturo Pérez Reverte que le he puesto, alegre, y vital. Pero durante este periodo el proceso tuvo momentos muy duros. Cuando te dicen que le van a dar Tocilizumab y no sabes ni qué es. O cuando intentas pensar en cómo y dónde se ha infectado, como si fuera importante en ese momento. Y el peor momento de todos, cuando tu mamá entra en el hospital y sabes que ya no te van a dejar tocarla, besarla o verla hasta que esté curada.

Ese momento es durísimo, y solo puedo sentir auténtico dolor por las personas que no han podido estar con sus familiares cuando estos fueron internados en hospitales o UCIs. Recuerdo que yo solo pensaba en que como la metieran en la UCI y perdiera contacto con ella por el teléfono móvil me daba algo. A la pobre, cuando se la llevaban en la ambulancia y la estaban registrando le decía por teléfono: 

"Mamá, pase lo que pase que no te quiten el móvil sin hablar conmigo. Por favor, que no te quiten el móvil hasta que yo sepa dónde estás y cómo estás. No dejes que te quiten el móvil. Que hablen conmigo antes para que sepa dónde estas y cómo comunicarme contigo".

Estaba desesperado por no perder comunicación con ella. Y se me hizo eterno hasta que me llamó de la habitación y supe que estaba en planta. Y que podía comprarle alguna cosa y llevársela. Conseguirla caramelos para la irritación de garganta, crema hidratante para que se refrescara la piel, vaselina para los labios y crema para la cara. La compré antiarrugas rejuvenecedora para que se riera un poco conmigo y hacerle bromas, pero los primeros días no tenía ganas de nada.

Al final, solo puedo estar agradecido al equipo médico que cuidó de mi mamá. A todos. Me ayudaron en todo momento a mí y a ella, a que pasara lo mejor posible por esta enfermedad. Durante este proceso el equipo de doctores que estuvo en continua comunicación conmigo me explicaron todos los detalles, y os prometo que me sentí agradecido por dos cosas. Primero, que no le hubiera tocado a mi madre en la primera oleada de COVID, ya que los doctores tenían un conocimiento alto de esta enfermedad, de cuáles son los pasos y de todo lo que puede ir bien y mal. Segundo, porque aún no estuvieran saturados los hospitales y el equipo médico pudo tratarla como ellos saben hacer.

Y esto me lleva a la reflexión final de esta historia que ha hecho que me anime a compartirla con vosotros. Creo que los equipos de medicina y salud que han estado en primera línea de batalla con esta enfermedad deben dar los consejos y recomendaciones de lo que queremos hacer como sociedad. Esta enfermedad mata a seres queridos. Y si eso no nos importa entonces me quedaría triste y preocupado por mi país.

Además, los médicos me han demostrado que, con los medios y recursos adecuados, pueden tratar con serenidad y profesionalidad una enfermedad tan compleja como esta. Que necesitan medicamentos, equipamiento para poder atender a los enfermos y cuidarse ellos, y que necesitan ser suficientes como para tratar los famosos picos de ingresados por esta enfermedad. Así que o somos menos los que nos contagiamos o tenemos más inversión en recursos médicos para salvarles la vida. Una sencilla ecuación donde cada uno de nosotros debemos ser responsables y decidir qué hacer en cada momento.


De todo esto, después de los nervios, tensiones, miedos y preocupaciones, me queda estar agradecido por que mi madre se infectara cuando los equipos médicos ya conocen bien lo que va funcionando o no en los pacientes, y cuando el volumen de ingresados y la saturación de los hospitales no estaba tan alto. Así que pienso disfrutar de mi mamá todo lo que pueda y mucho más. Ahora se encuentra de maravilla, leyendo libros, viendo series, y charlando conmigo y con todo el mundo a todas horas, que es lo que tiene que hacer. Socializar al máximo y disfrutar su vida lo mejor que pueda.

Saludos Malignos!

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